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Construyendo planetas
Cerré los ojos. Me encontré en un entorno árido y desconocido, sin ningún tipo de relieve ni depresión; sin recordar cómo había llegado y sabedor de las malas pasadas que te juegan los sueños me pellizqué con fuerza en el brazo, de lo que pronto me arrepentí por el dolor y el moratón que me provocó durante días. Era imposible reconocer dónde estaba el norte y dónde el sur, no existía ningún tipo de referencia topográfica y los días y noches parecían más cortos de lo común -aunque sin reloj era difícil saberlo con exactitud- permanecí inerte durante toda una jornada para observar el amanecer y la puesta del sol, pero si tenía en cuenta el lugar por donde amaneció -supuestamente el Este- el sol se escondió por lo que teóricamente era el Norte. Decidí erigí una enorme torre imaginaria que me sirviera de referencia, la observé en los siguiente días y no conseguí establecer una relación lógica de los puntos cardinales, ya que cada mañana parecía que el sol se asomaba y escondía conforme a un mal juego de azar.

Di vueltas por la zona -siempre sin perder de vista mi referencia- pero nada cambiaba de lo anterior, el mismo paisaje áspero e insípido y en cuyo suelo era difícil dormir. Había que buscar ayuda, pero me daba miedo alejarme y perder de vista la única referencia en la que podía confiar. Tomé la decisión de que construiría más torres imaginarias, más pequeñas que la primera, pero que me ayudarían a reconocer el terreno en el que me movía; resolví levantar una cada 20.000 pasos. Durante los siguientes meses o años -no conseguí tener un recuerdo certero de cada día, había veces que no sabía si había dormido durante días, o tan sólo un rato- construí un total de 2.189 torres invisibles, y 1.203 pasos después de construir la última, me encontré otra vez al inicio del camino. La revelación me asustó sobremanera, ya que eso significaba que me encontraba en un planeta distinto, mucho más pequeño que la Tierra, y a juzgar por lo visto hasta el momento, sin personas ni vida alguna existente. Me encerré en mí mismo, perdí la cordura durante largo tiempo, bloqueado por lo irreal de la situación y exhausto por la idea de que había conseguido sobrevivir sin agua ni alimentos. Finalmente grité, chillé con todas mis fuerzas hasta quedarme afónico, hasta llegar a la convicción que aquel sonido que emitía por primera vez desde que comenzó todo no iba a ser escuchado por nadie.

Volví a considerar la posibilidad de que fuese un sueño, todo era demasiado absurdo; nunca había escuchado hablar de la existencia de un planeta como aquel, y era totalmente imposible sobrevivir tanto tiempo sin ingerir ninguna sustancia. Muchas noches he conseguido controlar mis sueños gracias al uso de la razón, cayendo en la cuenta de lo subrealista de una situación y pasando desde ese momento a controlar el sueño; pero este no era el caso, porque siempre que eso ocurría me aportaba un fuerte sentimiento de poder, y alcanzaba a volar y a hacer todo lo que me apeteciese: besar a personas amadas y extrañas; correr una carrera de coches con la confianza de que no puedes morir; saltar al vacío y planear; etc. Este no era el caso, porque durante las pocas pesadillas que he tenido en mi vida no era consciente de ello, y en ese momento sí que lo estaba siendo, y la locura era cada vez más cuerda.

Pedro Marcos García López.

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